Campeones, pero nada más

Rajoy y el Príncipe junto a los "ejemplares" futbolistas
Después de contemplar un espléndido espectáculo deportivo como el protagonizado por la selección española de fútbol en la final de la Eurocopa, escuché un clamoroso alboroto en el que sonidos de claxon y cánticos expresaban la alegría por la proclamación del equipo nacional como campeón del citado torneo.
Considerando totalmente normal una reacción colectiva de euforia, al igual que la desolación exteriorizada por la afición y el seleccionado italiano al haber sido derrotados, me parecen desquiciantes -por exageradas y desenfocadas- las señas de ejemplaridad y excelencia que se atribuyen a los integrantes de la escuadra hispana.
Lejos de desaforadas idolatrías, se trata de una serie de deportistas de élite, bien dirigidos por un experimentado entrenador, que gracias a su mejor y mayor capacidad técnica, táctica y física, meten más goles que sus rivales y, consecuentemente, ganan partidos y títulos.
Cuando las selecciones españolas de antaño no ganaban nada, no era porque no lo intentasen con el mismo afán y dosis de calidad que ahora. Gento, Luis Suárez (único Balón de Oro), Ricardo Zamora, Zarra, Iribar, Santillana, Guillermo Amor, Hierro, Guardiola, Valerón..., ofrecieron memorables actuaciones pero, como ese buen juego no se traducía en campeonatos, nadie los ponía en la cúspide de la ejemplaridad.
Los jugadores de Brasil, pentacampeona del mundo, no eran un referente social, sino, como ahora España, un conjunto muy compensado y con magníficas individualidades, caso de Pelé.
Curiosamente, en vez acotarse en la vertiente estrictamente deportiva, por sí sola ya relevante, suele reproducirse en boca de dirigentes políticos (empezando por el Príncipe, tan talludito él, con el bufandón de hincha desbocado), destacadas figuras artísticas (Plácido Domingo), escritores, o editorialistas de importantes medios de comunicación, una trascendente y sesuda conclusión de poderío patrio hasta elevarlo por encima del resto del países. Alemania, Francia u Holanda tienen mejor índice de empleo pero España tiene mejor selección de fútbol. ¡Toma ya!.
De esta manera tan peregrina a los más jóvenes, por si no lo tuvieran claro, se les anima a tomar como ejemplo a Casillas, Iniesta, Xavi o Torres. Sus sueños se centran en emularles, relegando como anhelo contribuir con esfuerzo y dedicación al desarrollo del país mediante alta cualificación profesional, capacidad científica, tecnológica o creativa. Aportaciones que tienen muchísimo más valor para nuestra prosperidad y bienestar social que manejar con acierto un balón y meter bellos goles.

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