La noche que calmé a Nuria
A caballo entre los delirios del Gobierno y la crudeza de la realidad. Marta y Miguel, compañeros de vida tiempo atrás y exclusivamente de espacio desde hacía un mes, se propusieron esa tarde de sábado —una más del confinamiento por el decreto de Estado de alarma en España a consecuencia de la propagación del virus Covid19— decirse aquello que no se dijeron ni durante el idilio matrimonial estrenado una frondosa primavera de 1989 ni desde que se marchitase lentamente esa parte del amor que entregas con pasión y que un día jamás deseado por inhóspito se transforma en desdén. A través de sus miradas, desbordantes de sinceridad, concluyeron que no cabía demorar más lo que —distraídos en piruetas de absurdos recelos y taimados desencuentros— venían eludiendo. —¿Quién abre el fuego? —No me gusta que utilices esas expresión. —Ya veo. Lo acabas de abrir. —Me lo has puesto en bandeja. Así que aprovecho y te digo que duele mucho querer y que no te quieran. —¿Por qué dices eso?